Documentándome para dar una charla sobre la coparentalidad (término mucho más bonito que el de custodia compartida) y sobre la situación de indefensión de los hombres en los procesos de divorcio, me pongo a buscar estadísticas diversas.
Una que me sonaba relacionaba suicidio masculino y divorcio, lo que no me parecía descabellado. Pero, aunque no aspiro a ser como el gran Wonka, estoy bastante de seguro que la que he encontrado es un churro, al menos en lo relativo a cómo interpreta los datos.
Estos datos de la realidad nos están indicando una cifra de hombres (del orden de 9) que, cada semana, en España, están cometiendo suicidio específicamente por la causa de los procesos de separación/divorcio, absolutamente oculta en todos los mass-media no solo de nuestro país, sino en otros países occidentales
Uno de los puntos de partida del estudio son las tasas de suicidio en función del estado civil.
A partir de esto, el estudio explora el efecto del cambio de casado a divorciado, deriva un número de suicidas causado por este cambio de estado, y habla de "androcidio". Y yo, que tiendo a ser crédulo y estoy completamente seguro de que verse de la noche a la mañana sin poder ver a sus hijos, sin casa, sin dinero y sin pareja puede empujar a más de uno y de dos al suicidio, no puedo ignorar que
la tasa de suicidios entre viudos no es muy distinta que entre divorciados. Y por ello me parece muy tramposo contraponer el número de suicidios entre divorciados al número de víctimas de la violencia domestica.
Que los datos sobre la violencia doméstica no sean trigo limpio, que se exponga tramposamente únicamente como un
problema de hombres agresores contra mujeres víctimas y que
se ignoren las agresiones contra los hombres, que los datos que nos dan no cuadren con lo que percibimos alrededor nuestro, no justifica "equilibrar" las cosas con trampas.
Y a todo esto, Erin Pizzey, la autora del primer libro publicado sobre violencia doméstica,
entra en my blogroll (bueno, casi, porque no tiene rss...).