Thailand Drunk Driving by nathansnostalgia, on Flickr
Los adolescentes son como coches con un acelerador muy sensible y unos frenos de chichinabo. No es que sean incapaces de entender que una conducta es de riesgo, sino que, simplemente, esta puede parecerles la opción correcta. La presencia de otros adolescentes aumenta el atractivo de la conducta arriesgada; esto es así tanto si están jugando a un videojuego, en el que conducirán o matarán marcianos de manera más temeraria, como si se enfrentan a un "simplemente di no", a un "póntelo-pónselo" o a un volante o un manillar de verdad.
Los sermones familiares y las campañas de prevención parten de la base de que los adolescentes no entienden los riesgos y se hace necesario explicárselos; en la mayoría de los casos, los entienden perfectamente, y por ello sermones y campañas tienen un efecto mínimo.
Al parecer, ciertas dosis de riesgo son sanas. Sin embargo, los adolescentes que son grandes amantes del riesgo y no se matan por el camino, tienen probabilidades más elevadas que la media de un futuro feo y conflictivo. Y, oh sorpresa, también los adolescentes alérgicos al riesgo.
Afortunadamente, el amor al riesgo se cura con el tiempo. Se va incrementando desde los diez años, suele tener un pico hacia los 15 ó 16, y se estabiliza hacia los veinte. En la fase descendente, las conductas de riesgo suelen ser más individuales y menos de pandilla.
Además de cruzar los dedos y esperar a que lleguen enteros a los veinte, ¿pueden hacer algo los padres?
El segundo artículo de la serie da algunos consejos.
- Como ya sabían las abuelas de nuestras abuelas, ¡cuidado con las malas compañías!
- Cuanto más tarden empiecen, mejor, y despistar no es mala idea ¡Vamos otra vez de compras!
- Vigilancia/control. Si es posible, llegar a la adolescencia habiendo creado una atmósfera en la que padres e hijos se cuentan mútuamente qué hacen durante el día y con quién.
- Valores convencionales. Hay menos conductas arriesgadas en aquellos chicos de familias en las que se valora el esfuerzo, el aprendizaje escolar, la figura del profesor, la lectura... y en las que se hacen cosas juntos a menudo.
- Desarrollar alguna habilidad, especialmente si puede utilizarse durante la adolescencia y con otros compañeros: practicar un deporte, tocar un instrumento, tener un hobby...
- Tener una buena relación. Los chicos que valoran bien la relación con sus padres tienen menor tendencia a las conductas de riesgo. Los hijos de padres demasiado permisivos o demasiado autoritarios tienen más probabilidades de caer en conductas antisociales.
Me gusta el penúltimo párrafo del artículo:
Los padres a menudo se sienten presionados por una resbaladiza lógica que les dice que "si dejo pasar esta, perderé el control y mi hijo se convertirá en un bárbaro", pero esto es lo contrario de lo que suele pasar.
Monta un batalla sobre cada pequeña cosa y perderás tanto las batallas como la gran guerra. Y la metáfora sobre perder batallas y ganar la guerra es poco acertada porque arranca poniéndote en contra de tu hijo.
Una metáfora mejor: diriges un barco hacia el objetivo de convertir a tu hijo en un adulto competente, bien ajustado y no aprovechón; ese objetivo requiere navegar haciendo bordos en zig-zag, aunque a veces parezca que nos alejamos de él.
¡Espero que la singladuras que me tocan no sean muy complicadas!