2010/11/11

Tú tienes cáncer y yo no

Cada vez que te encuentres pensando o diciéndole a alguien "qué putada" o "qué mala suerte", acuérdate de los mineros de Chile. Supongo que los habrá que estarán diciendose "qué mala suerte haber tenido que pasar un montón de tiempo enterrado sin saber si me iba a salvar". Pero también los habrá que pensarán que han tenido una suerte enorme de ser rescatados y estar fuera. Está claro cuál de los dos grupos siente mayor bienestar, ¿no?

Indudablemente, te vendrá mil veces a la cabeza el "qué putada". ¡Claro, es que es una putada! ¡Tú tienes cáncer y yo no! Ni tampoco aquel, ni aquel otro, ni el de más allá... Pero cada vez que te recrees en un "qué putada", estarás generando un determinado tipo de adrenalina que hará que todavía te sientas más ansiedad y con más ganas de recrearte en el "qué putada".

Por eso, cada vez que te venga a la cabeza un "qué putada", has de construirte un discurso como el de los mineros contentos. ¿Qué mala suerte: tengo cáncer? ¡Qué suerte! ¡Me lo han detectado a tiempo y voy a salir de esta! ¿Qué mala suerte: me han encontrado otro bulto? ¡Qué suerte! ¡Ha estado a punto de pasarles por alto y luego habría sido todo más complicado! En muchísimos casos, hacer una lectura en clave de buena suerte es razonable.

Y eso no es engañarse. ¿Tú crees que alguien pensaría de un minero de Chile que se sienta afortunado que se está engañando? ¡Que no me vengan con tonterías de que un pesimista es un optimista bien informado! ¡Un minero de Chile que tenga un discurso de "qué mala suerte" es simplemente un amargado, no alguien que no se engaña a si mismo!

Si sabes hacerlo, si sabes acordarte de los mineros cada vez que estés con lo de "qué putada", si sabes construir un discurso de sentirte afortunada, te sentirás mejor, te curarás antes y recibirás de la gente miradas de admiración (¡qué entereza tiene esta chica!), bastante más gratificantes que las miradas de compasión. Si te dejas llevar por el camino del "qué putada", cada paso de tratamiento será una nueva putada; objetivamente, seguro de que no habrá ni uno que sea un plato de buen gusto. Pero si sabes construir un discurso de "qué suerte", cada paso será un avance en estar curada, un nuevo motivo para sentirse afortunada a pesar del engorro.

O sea que, por fin, después de tantos años, no me vengas más con qué-putadas, qué-mala-suertes y qué-temporaditas. A partir de ahora solo quiero buenas noticias.

Un abrazo.
-Xavier

3 comentarios:

lucalvago dijo...

Por una vez, y sin que sirva de precedente, no puedo estar más de acuerdo contigo. En general somos tremendamente afortunados y nos olvidamos con demasiada facilidad. La semana pasada vi un hombre que arrastraba un carro desproporcionadamente grande, con todas sus pertenencias, por la Diagonal. Lo fácil es pensar que se lo merece (algo habrá hecho) o que está loco (¿por qué otra razón iba a arrastrar el carro?). La realidad asusta: no puede ser sólo mala suerte. Al verlo no puedes evitar pensar que eres afortunado de que no te pase a ti o, peor aún, pensar que a ti no te podría pasar nunca. Probablemente él creerá que es tremendamente afortunado por tener tantas cosas. Y no pensará que es una putada tener que arrastrarlas.

sarada dijo...

Para mi que tiene suerte de tenerte cerca para que le recuerdes lo afortunada que es. Y dentro de la inconveniencia, afortunadamente se lo han detectado, y afortunadamente hoy se puede luchar y afortunadamente la medicina cada vez es mejor para ello: http://www.worldcommunitygrid.org/ únete a la lucha para que hayan much@s mas afortunad@s.
Un abrazo!, dos meses tarde!

Marcelo dijo...

Muy lindo escrito, creo que quizas tiene que ver con un relato que me viene a la cabeza: "un mendigo le dice al otro:- soy un poco mas pobre que tu-, y el otro le dice -pues claro, porque yo ayer he salido del loquero y tengo un pantalon rayado.-".Los dejo reflexionando sobre este maravilloso relato contado por mi amigo Pichon en una reunion.
Saludos cordiales